Los bulos proliferan en la red y en las aplicaciones de mensajería, donde son distribuidas con gran viralidad por nosotros mismos, usuarios de a pie. El punto de partida pueden ser los atentados terroristas, el intento de perjudicar a un candidato político o a una empresa… o simplemente hacer un poco el tonto. El problema es doble: alarmar de forma injustificada a quienes nos siguen en las redes, y crear a la postre un efecto de incredulidad en el que los avisos reales dejen de tener efecto.
En mi blog Zeitgeist 2.0 comento algunos bulos recientes. ¿Cuántos de ellos os han llegado a vuestros móviles?